Recientemente, tuve la oportunidad de colaborar con el Diario La Provincia, a propósito de los resultados de la Encuesta de Condiciones de Trabajo, cuyos datos para el segundo trimestre de este año, muestran que Canarias es la Comunidad Autónoma con la mayor tasa de trabajadores con turno de noche, alcanzando un porcentaje dos punto por encima de la media del Estado (4,5%).
El trabajo nocturno y rotativo se relaciona, principalmente, con un cambio en los ritmos circadianos, que son esos procesos biológicos internos que se repiten con una cadencia de 24 horas y que intervienen en actividades tan importantes, como el ciclo sueño-vigilia. Funcionan como un reloj interno que nos ayuda a coordinar nuestras funciones biológicas con las condiciones externas, de manera que podamos estar preparados para reaccionar a ellas. En los humanos, la principal señal que influye en estos ritmos es la luz del día, de ahí que, si se fuerza a una persona a estar despierta durante su ciclo habitual de sueño, exponiéndola a luz durante la noche, tal y como sucede con los trabajos nocturnos o rotativos, pueda producirse una perturbación en ellos. La alteración frecuente de estos ritmos puede aumentar las posibilidades de desarrollar trastornos del sueño, como insomnio, con dificultad para mantener el sueño durante periodos prolongados, somnolencia durante el día o alteraciones en la calidad del descanso.
Esta desregulación del sueño, a su vez, puede afectar la capacidad del cuerpo para recuperarse durante la noche, lo que podría resultar en una sensación constante de fatiga, en la disminución del rendimiento cognitivo y en dificultades para concentrarse o para tomar decisiones.
Además, los problemas de sueño se relacionan con el desarrollo de otras dificultades, como enfermedades cardiovasculares, trastornos metabólicos como la diabetes tipo 2 o problemas de salud mental, entre los que destacan la ansiedad y el estrés crónico o la depresión.
A pesar de que hay diversos estudios sobre esta materia, los resultados no son concluyentes, por lo que no podemos hablar de relaciones causales. Hay que tener en cuenta que, además de los cambios en los ciclos circadianos, con la afectación hormonal y metabólica que conlleva, la nocturnidad también dificulta el equilibrio entre la vida laboral y personal, así como el mantenimiento de las conexiones sociales, aspecto que se considera un factor de riesgo fundamental para la salud mental, por lo que este desequilibrio, junto a la fatiga, podrían conducir a los síntomas nucleares de la depresión, como la tristeza, la pérdida de interés en actividades placenteras o pensamientos negativos. Igualmente, algunos estudios han encontrado perturbaciones del sueño previas en trabajadores con dificultades para ajustarse al trabajo por turnos.
Falta mayor investigación para entender la forma en que la nocturnidad y el trabajo por turnos puede afectar a la salud mental. Sin embargo, sí parece que son frecuentes las relaciones entre la falta de un sueño reparador y los problemas para funcionar adecuadamente.
Por ello, conviene recordar la importancia de mantener una buena higiene del sueño, estableciendo rutinas, con horarios estables, en ambientes propicios para el descanso; o reduciendo el consumo de estimulantes y la exposición a luz brillante antes de acostarse. Igualmente, puede servir de ayuda la práctica de ejercicios de relajación y el mantenimiento de actividad física durante el día, así como una alimentación equilibrada. Tener un buen descanso es un paso fundamental para la buena marcha de nuestros procesos internos.
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